Son las 7 de la mañana, el termómetro marca ya 30 grados y yo aquí con gorro, abrigo, botas, guantes y bufanda, creo que el maquillaje se me va a derretir.
Hemos acabado con los exteriores, recogemos y nos dan el desayuno dentro, ya con aire acondicionado, menos mal, tenemos un descansito de media hora en lo que preparan la habitación para las fotos de interior: seremos unas 20 personas hoy entre maquilladores, peluqueros, fotógrafos, costureras, sastres, técnicos, modelos y la directora de la agencia, que viene siempre que puede y hoy no se lo quería perder porque es el primer catálogo que hacemos para ‘Stradivarius’ y quiere que salga todo perfecto, si nos contratan para la siguiente temporada aseguramos trabajo para todos y no tenemos que ir a la cola del paro, que cada vez que se vence un contrato allá que vamos todos. Aquí estoy con la manga hasta abajo y abotonada hasta el cuello. Charly, el maquillador, me ha echado la bronca esta mañana en plan broma, piensa que salí de marcha por las ojeras que tengo pero no sabe que llevo una semana durmiendo fatal pensando qué hacer con mi vida. En junio acabé la universidad y me dieron el título de Licenciada en Ciencias Químicas, me han ofrecido un puesto para empezar en un laboratorio farmacéutico a partir de septiembre, me presenté a un proceso de selección para 4 plazas junto con otras 200 personas pensando que no lo pasaría y he resultado finalista. Si acepto significa renunciar a la pasarela, a las fotos, a los viajes, a ponerme bikini en invierno y abrigo en verano, a 5 años escalando desde cero, habiendo llegado a un momento dulce en el que me llaman para los mejores trabajos, el año pasado me hice el desfile de Dolce & Gabanna. Estoy arriba, pero por otro lado soy consciente de que en este mundo es difícil evolucionar a medida que cumples años, aunque conociéndome si sigo en esto iría cambiando de agencia y cogiendo contratos donde quieran a modelos más maduras. Lo que me ofrecen económicamente en el laboratorio no me compensa pero profesionalmente me apetece mucho, es interesantísimo, estaría desarrollando medicamentos de bajo coste, bueno, desarrollando es un decir, empezaría desde abajo, abajo, y otra vez a currarme un sitio en ese mundo. Tengo dinero ahorrado así que al principio puedo ir tirando y mudarme a un piso compartido, porque volver a casa de mis padres ni de broma –¡Eugenia!. Me sobresalto. –Ya hemos acabado, las fotos han quedado muy bien, he aprovechado esa mirada ida que tienes hoy. ¿Qué? ¿mucha juerga anoche?. Es Ana, la fotógrafa. –Ja, ja, algo parecido, le contesto y me voy ensimismada.
Estoy en París en el congreso internacional de ‘Médicos sin Fronteras’, la jornada de hoy ha sido interesantísima, ha habido ponencias de otros laboratorios, mañana más. De vuelta al hotel paso por delante de una tienda de Dolce & Gabanna, en el escaparate una foto de una modelo, me imagino cómo sería la sesión: los maquilladores y maquilladoras haciendo magia con sus pinceles, los peluqueros y peluqueras tan habladores, los fotógrafos y fotógrafas tan serios, la directora o el director pegando gritos… me recuerda a mí hace 20 años, observo con alegría que hay una cola de señoras esperando para entrar, sonrío y pienso: compren, señoras, compren, ustedes que pueden, que cuánta más cola aquí, menos cola del paro allí, y sigo andando contenta, aligerando el paso a ver si me da tiempo a llegar al Louvre antes de que cierren.