Abro los ojos en mi habitación de La Habana, diluvia, entra fresquito por la ventana, da gusto. Ayer le dije a Daniela que hoy desayunaría fuera (para variar un poco). Tengo que cambiar dinero, es domingo… me dice Rogelio que el banco está enfrente, donde el ministerio, que pase porque igual está abierto. Me pongo el chubasquero y salgo a la calle con paso firme.
El banco está cerrado pero me dicen que hay una casa de cambio en el mercado, así que voy y ¡está abierta! Me piden documentación y les entrego mi carnet de conducir (ya no salgo indocumentada…) el cambio es el mismo que en el aeropuerto. Voy al mercado y pido en el bar un café y un sandwich, todo baratísimo, baratísimo pero el café lo tienen hecho en una jarra y lleva azúcar (a mí me gusta amargo) y el sandwich está un poco grasiento… vamos, nada que ver con los desayunos de Daniela. Busco mesa y están todas ocupadas, de una mesa grande me hacen gestos dos hombres para que me siente con ellos. Aquí voy, café y sandwich en mano, a sentarme con estos chicos. Se llaman Eli y Rodi, son taxistas de los coches éstos americanos antiguos, tienen mucho trabajo me cuentan porque hay mucho turismo. Ambos están casados, Eli tiene un bebé y me enseña las fotos. Me preguntan de dónde soy, si tengo hijos, dónde me estoy quedando, etc, etc, yo les voy contestando lo que me va interesando: que vivo en Tenerife, que me estoy quedando en casa de unos familiares aquí al lado… ellos tendrán alrededor de cincuenta años, a Eli le echo menos años que a mí y a Rodi algunos más. Lo de que una mujer viaje sola por el mundo todavía no lo entienden algunas personas y no saben cómo interpretarlo, así que yo tiro de: estoy visitando familia, y trato de evitar los malosentendidos. Al acabar mi desayuno me preguntan si quiero una cerveza, miro la hora ¡domingo, y la hora del aperitivo! Después de la cervecita me despido y me doy un paseo por los puestos del mercado, compro unas ‘rosquillas’ muy ricas de pan. Sigue diluviando y pregunto si saben dónde venden sombrillas (paraguas), en el mercado no venden, me dicen que pruebe en un hotel que hay un poco más arriba. Llego andando al hotel de marras y en la tienda veo que venden gel, champú, bastantes productos de limpieza pero nada de sombrillas. Espero en la puerta a que ‘escampe’ junto con el conductor y la pasajera de una scooter y varios peatones.
Me voy acercando a casa y veo a lo lejos que entra por el portal una pareja con mochilas. Cuando subo y entro al salón están hablando con Daniela, me los presenta, son los güiris que estaban en mi habitación antes que yo, se fueron a visitar el país y necesitan pasar una noche, Daniela les dice que en la habitación estoy yo pero que tiene una cuñada con habitaciones y les hace la gestión.
El callejón de Hamel está súper animado los domingos…. siempre que no llueva. Ha escampado así que le digo a Alfonso que voy para su casa para ir al callejón. Voy a coger mi primer almendrón ¡qué emoción! Daniela me da las instrucciones:
Me tengo que poner en la Av.Boyero dirección hacia La Habana Vieja.
Tengo que poner la mano como si fuera a hacer auto-stop pero con el dedo indicando hacia La Habana, en lugar de hacia el Vedado, es decir, hacia mí.
Le tengo que pagar 10cup (pesos en moneda nacional) y si no tengo le puedo dar 50 céntimos de cuc.
Lo más pequeño que tengo es un billete de 3cuc así que Daniela me hace el cálculo y me dice que me tiene que devolver o bien 2,5cuc o entre 60 y 65 cup.
Para la vuelta me dice que hay almendrones que se quedan un poco más arriba de la casa, éstos me harán una seña como si el dedo diera vueltas sobre sí mismo, yo tengo que responder con la misma seña para que me pare… Como tengo previsto ir esta noche al Jazz Café me volveré en un taxi normal.
¡Vaya lío! aquí voy. Estoy en Boyero, veo un almendrón que se acerca y le hago la seña de que voy hacia La Habana. Me para, me subo y el chófer es cubano cubano pero parece sueco sueco, altísimo, rubio, grande, ojos claros, sonríe y le brillan varios dientes de oro, tiene pinta de matón de cómic. Va con la novia al lado, le digo que parece sueco, o alemán, se ríe, pero mira a la novia, es ella la que me contesta, él no se atreve a abrir el pico, jajaja, con lo grande que es, son muy simpáticos. Me paro en el el centro comercial Carlos III y me devuelven 65cup ¡muy bien, no me han timado!
Voy a casa de Alfonso y está todavía arreglándose, le digo que le espero en la plaza del Palacio de la Rumba mientras me conecto al wifi un rato. Es domingo y se ven muchos niños en la plaza: unos jugando a la pelota, unas niñas juegan a ser músicos, una de ellas lleva debajo del brazo una guitarra de juguete hecha con una plancha de madera ¡me encanta!
Pasa más de una hora y Alfonso no ha llegado… ¿qué hago? ¿voy caminando hacia su casa de vuelta? seguro que nos cruzamos, pero voy a ir por el camino más recto a ver si me cruzo con su coche rojo. Me pongo a caminar y veo en una esquina un grupo de vecinos jugando al dominó en la calle.
Llego a la casa de Alfonso y ¡el coche rojo no está! ¡Estaba claro! vuelvo caminando a la plaza donde habíamos quedado y tampoco está, como le dije que quería ir al Callejón de Hamel me voy andando para allá. Taylin me dijo que tocaba hoy con su grupo pero como ha estado lloviendo toda la mañana seguro que suspendieron el concierto, porque era al aire libre. Llego al callejón y aquí están el coche rojo y Alfonso.
—Al no verte en la plaza pensé que habrías venido ya al Callejón de Hamel.
—Y yo al ver que no venías volví a tu casa y ya no estabas y volví a la plaza y tampoco te ví y ya vine aquí pensando encontrarte.
Y mientras él se queda hablando con unos amigos yo entro a echar un vistazo por el callejón, que no está tan animado como suele estar por el tema de la lluvia, aunque ahora se ha quedado un día estupendo.
De aquí nos vamos a casa de un amigo de Alfonso, una de las hijas del amigo se marcha esta noche para España y como el amigo de Alfonso ve muy mal le ha pedido a Alfonso que le conduzca al aeropuerto a la noche para llevar a la hija.
En un rato, sobre las 16h, toca el grupo que tocó anoche en El Palacio de la Rumba, el de ‘Ronald y la explosión rumbera` en un sitio al aire libre que se llama la Giraldita. Está en la Calle Zapata esquina Carlos III. Es un espacio verde, tiene pinta de ‘merendero’, tiene un aparcamiento de tierra y una zona con un techo de paja donde está la barra, las mesas y el escenario, todo abierto.
Sentados en una mesa cerca del escenario están Miriam, Jenny (que hoy va a bailar en el grupo de Ronald), Maya y otros amigos que ¡casualmente! son de Tenerife. Una pareja, ella dice que se ha ‘recibido’ en Tenerife y que venía a Cuba a tratar más de cerca la religión. Entonces me entero de que lo de recibirse es que en la religión Yoruba uno decide hacerse santero y tiene que tener una especie de ‘mentor’ y durante un año viste de blanco y bueno, muchas más cosas, yo no soy capaz de quedarme con toda la información ahora, así que ya preguntaré o buscaré información. Entonces Maya se recibió también y su mentora fué Jenny y Miriam también se recibió hace relativamente poco pero como le gusta el blanco sigue llevando muchas cosas blancas, además le queda fenomenal.
¡Empieza la rumba! Y empieza cantando Ronald:
Van saliendo parejas del cuerpo de baile a bailar rumba:
Empiezan a tocar columbias y salen bailarines del grupo a bailarlas, de uno en uno, es maravilloso:
De pronto a este bailarín le vendan los ojos y le dan dos machetes:
Después ponen una silla en medio del pasillo y se sienta una de las bailarinas para que el bailarín la salte con los machetes en la mano:
Acaban los bailarines del grupo y sale un bailarín del público a bailar la Columbia, jovencito, atlético, de pelo afro, una maravilla:
Ahora viene el intermedio y ponen salsita para bailar. Voy al wc (aquí no me cobran nada, eso sí: menos mal que llevo kleenex…) y de vuelta le digo al chico del pelo afro que ha bailado muy bien. Me siento en la mesa y me saca a bailar un amigo de Miriam, me vuelvo a sentar y el chico afro me está mirando, me hace señas, miro para atrás pero no, es a mí, que si quiero bailar con él ¡claro! y bailamos una salsita. Me siento y ya va a empezar la segunda parte, están los tambores batá listos. Empiezan a cantarle a los orishas y van saliendo como ayer.
Hoy Jenny baila y va vestida de Yemanyá, se le van acercando personas para que ella les haga una especie de ‘bendición’, y cuando ella llega donde está el maestro y su amigo también músico batá reconocido, ella es la que se agacha para recibir la bendición de ellos, en un gesto de humildad y reconocimiento. No hay güiris entre el público, me sorprende, me agrada y me siento afortunada de poder estar aquí. Me emociona la música, el baile, la gestualidad y la interacción con el público:
Y por último cantan a Obbatalá:
Cuando acaban de cantar a los orishas sigue la fiesta y siguen tocando rumba pero Alfonso se tiene que ir a llevar al aeropuerto a la hija de su amigo así que yo le digo que prefiero que me deje en el Hotel Cohíba y yo de ahí cruzo luego al Jazz Café y me veo el concierto de la noche. Vamos hacia el parking y de pronto viene corriendo el chico jovencito de pelo afro:
—¿Te vas ya?
—Sí, es que me tengo que ir ya.
—Ah, yo pensaba que te había gustado bailar salsa conmigo, si quieres bailamos más.
—¡Claro que me ha gustado! pero me tengo que ir. De todos modos ¿dónde hay sitios para bailar salsa?
—El martes voy a ir a un sitio que se llama 1830, al final del malecón.
—Ah, fenomenal, pues me paso.
—Dame tu teléfono y te mando un sms y así tienes el mío. Me llamo Randy.
Dudo pero pienso que si me lo quiero quitar de encima no tengo más que decírselo.
—Ok, me llamo Pepa, apunta: +34 6xx xxx xxx
—Vale, pues nos vemos el martes.
Y se marcha con una sonrisa. Me monto en el coche de Alfonso y recibo un sms de un número cubano que dice: Te quiero. Lejos de sentirme halagada o pensando ¡he ligado! lo que me da es una pena tremenda, éste ha visto a la gringa y se ha pensado que igual le invito para España ¿un jinetero? probablemente.
Alfonso me deja en el Cohíba, saco un libro y me quedo relajada en un sofá, no me puedo conectar al wifi con mi tarjeta, es solo para clientes del hotel, pero estoy en la gloria.
Me paso al Jazz Café: pago 10cuc de entrada, que incluye 2 cócteles, me pido algo de cenar también. El grupo de hoy se llama HABANA SER:
Sergio Jiménez SAXO
Harold Charon PIANO
Harold González BAJO
Hugo Cruz BATERÍA
Aquí tienes más detalles acerca del Jazz en la Habana.
A la salida están los músicos en la plaza conectados al wifi, por un lado me apetece hablar con ellos pero uy, ya he tenido bastante con el bailarín, no me arriesgo. Me sonríen, les sonrío, ya les felicité al acabar el concierto.
Me acerco a los taxis oficiales y pregunto cuánto me cobran por llevarme a Nuevo Vedado, 10cuc. Bueno, pues qué se le va a hacer, es tarde y no tengo ganas de regatear. Le digo que ok y voy para casa.
Están ya todos dormidos, me asomo a la ventana, se respira tranquilidad y el aire es fresquito ¡mañana más! y mañana ¡desayuno rico de Daniela!
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