Mezclamos la harina con la levadura y el agua, lo dejamos reposar y luego amasamos, cada veinte minutos amasa uno de los tres mientras se va calentando el horno. Nos da para dos moldes ¡Pan fresco, qué lujazo! Hoy hemos tenido buen viento y sol, la placa solar y el molino funcionando a tope así que tenemos las baterías cargadas y ¡toca cine! no siempre toca cine, cuando las baterías están bajas hay que ahorrar energía, entre el pan y el cine hoy está siendo el día cinco estrellas, ya si pica un pez lo clavamos.
Esta noche mi guardia es la del medio, para mí la peor es la tercera. Vamos rotando: yo prefiero la primera porque es como acostarse tarde, la del medio es la más corta pero es que de dos a cuatro de la mañana se hace pesado y la tercera no la soporto: de cuatro a siete, lo único bueno es que puedes disfrutar del espectáculo del amanecer, así que cada tres días disfruto de unos amaneceres espectaculares, con una luz mágica, imágenes que permanecerán siempre en mi subconsciente.
—Pepa, te toca —me despierta Jose. Salgo con el frontal y el libro, me quedé en el penúltimo capítulo así que devoro el final y antes de empezar con el siguiente me tumbo en la bañera para mirar las estrellas, hace una noche espléndida, no se ve nada alrededor, miro hacia atrás y brilla en la estela el plancton como si saliera de la varita de Campanilla, alegre y juguetón dejando atrás otras vidas, otras historias, surcando millas, alejándose de los problemas.
Llegamos a Azores, hemos hecho el tramo más largo, nos llevamos muy bien, estamos conviviendo en un espacio muy pequeño y la relación fluye. Ramón es el patrón y Jose y yo acatamos sus órdenes sin rechistar y siempre con una sonrisa, no discutimos, es todo fácil, cuando hay que ponerse a arreglar algo nos ponemos y en las maniobras somos muy eficientes. Jose es cocinero de profesión, y lejos del dicho de 'en casa del herrero cuchara de palo' prepara unas tortillas de papas que se te saltan las lágrimas y unos pucheros de chuparse los dedos...
Antes de salir de Luperón hicimos compra de frutas y verduras. Compramos una piña de plátanos verdes, tan contentos porque pensamos que a medida que fueran madurando tendríamos plátanos para todo el mes, pero han madurado de un día para otro ¡todos a la vez! nos salen los plátanos por las orejas. Otra lección aprendida.
Cada tarde nos bajamos por radio el parte meteorológico de veinticuatro, cuarenta y ocho y setenta y dos horas para ir ajustando velas y no llevarnos sustos. Los sustos llegan en alguna guardia que te despiertan —¡¡PEPA, JOSE, A CUBIERTA, SE HA ROTO EL ARRAIGO DEL GÉNOVA!! Subimos cual alma que lleva el demonio y vamos solucionando sobre la marcha. En un barco siempre se rompen cosas, pero al ser un barco pequeño y con tripulación entendida, vamos resolviendo.
Cada cinco días adelantamos una hora el reloj y cuando llegamos a Tenerife después de treinta días de travesía nuestras caras no son de cansancio sino de tranquilidad, de felicidad, de disfrute, los que nos reciben no lo entienden, se imaginan encontrar tres personas agotadas, consumidas, y no salen de su asombro, y es que llevamos cuatro deliciosas semanas en armonía.
Esta noche mi guardia es la del medio, para mí la peor es la tercera. Vamos rotando: yo prefiero la primera porque es como acostarse tarde, la del medio es la más corta pero es que de dos a cuatro de la mañana se hace pesado y la tercera no la soporto: de cuatro a siete, lo único bueno es que puedes disfrutar del espectáculo del amanecer, así que cada tres días disfruto de unos amaneceres espectaculares, con una luz mágica, imágenes que permanecerán siempre en mi subconsciente.
—Pepa, te toca —me despierta Jose. Salgo con el frontal y el libro, me quedé en el penúltimo capítulo así que devoro el final y antes de empezar con el siguiente me tumbo en la bañera para mirar las estrellas, hace una noche espléndida, no se ve nada alrededor, miro hacia atrás y brilla en la estela el plancton como si saliera de la varita de Campanilla, alegre y juguetón dejando atrás otras vidas, otras historias, surcando millas, alejándose de los problemas.
Llegamos a Azores, hemos hecho el tramo más largo, nos llevamos muy bien, estamos conviviendo en un espacio muy pequeño y la relación fluye. Ramón es el patrón y Jose y yo acatamos sus órdenes sin rechistar y siempre con una sonrisa, no discutimos, es todo fácil, cuando hay que ponerse a arreglar algo nos ponemos y en las maniobras somos muy eficientes. Jose es cocinero de profesión, y lejos del dicho de 'en casa del herrero cuchara de palo' prepara unas tortillas de papas que se te saltan las lágrimas y unos pucheros de chuparse los dedos...